Un chico de Split

Decía a menudo que una canasta hacía feliz a un jugador, pero que una asistencia hacía feliz a dos. Con sus 2’07 desempeñó como nadie (mejor que los bases puros de sus equipos) el papel de play-maker allá donde jugaba: en la extinta selección yugoslava de los 80, en sus equipos de club, Jugoplastika, Benneton, incluso en Chicago. Pasó de plantilla en plantilla, año tras año, su nombre fue quedando en el olvido, para el más aficionado incluso. Para quien suscribe ver sus estadísticas, después de que él hubiera disputado un encuentro, suponía la primera satisfacción del día, si había obtenido unos buenos números. Si las cifras decían lo contrario, siempre le sacaba uno el mayor jugo a su estadística: ah, pero ha puesto 3 tapones... sólo metió 9 puntos, pero dio 7 asistencias. Me he identificado tanto con él, que hasta me dijeron en su día que me unía cierto parecido físico.
Puede que haya habido otros jugadores más anotadores, más killers en Europa, pero el talento le llamaba a hacer otras cosas. Preferí siempre sus apenas veinte puntos por partido, sus pases antológicos, su desgarbada figura en comparación con su altura. Un chico de Split que abandonó su puesto de extremo izquierda de sus años jóvenes en el Hadjuk, para ser un genio del deporte de la canasta. Porque para ello estaba destinado este zurdo de oro, ese eterno número 7 llamado Toni Kukoc.
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Paolo -