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jácaras reales

Deporte

Esfera (V)

Esfera (V) Los X-men visten de blanquillo. Si cuando nos proponemos, no hay quien nos gane, porque ya nos empeñamos en ponernos tercos y que de reparto de puntos no pase. Una cosa buena: que no hemos perdido. Otra cosa buena: que eran esos rivales. De los buenos. Y ahora el mejor, al menos del pasado ejercicio, que cuando coge carrerilla no es tratable de forma humana. La visita menos deseada, quizá en un buen momento. Quién sabe, igual hasta nos volveremos a vestir de X.

Esfera (IV)

Esfera (IV) El Milito que mete goles, hoy por fin se estrenó. Y como dicen por ahí, que los que lo hacen en Italia, lo hacen en cualquier sitio, y como aquí estamos muy necesitados, y mucho, y encima para eso lo fichamos, pues que como sitio de banco de pruebas para Dieguito valemos como el que más.
Y el chico además también nos vale como inventor de huecos, como generador de juego y pródigo para con lo colectivo, en los pases. El chico tiene talento creador, y eso en el balompié escasea como el agua en un pozo seco. Lo cual encarece su mérito. Puro fútbol de autor. El príncipe.

Esfera (III)

Esfera (III) Es lo mismo pero no lo es. Que ganar tres en uno que tres en tres. El caso es que no va del todo mal enganchar una racha de éstas si te encuentras a principios de la cosa. A ver si, además, va a ser cuestión de pillar una racha buena de punto en punto. La idea queda bien, ya digo, cuando esto comienza, como de rodaje y si es con los tres rivales que ha habido. Pero lo que tampoco es cuestión es de hacerlo 38 veces seguidas, porque eso sólo te lleva a un camino, que es un camino que mejor no cogerlo. Pero que también somos imbatibles por el momento es cierto. Aunque sólo sea por el momento.

Esfera (II)

Esfera (II) El asturiano jugó ayer con ventaja y era que el partido se lo sabía de memoria. Se sabía de memoria el campo y se sabía a los que tenía enfrente. Y se lo sabía tan bien todo, que le sobraron ochenta minutos para demostrarlo, tanto que en apenas diez, salió, vio y goleó. La cuña de la madera se hizo astilla y devolvió con agrado particular la ovación de su entrada en el campo. Algunos el partido de ayer también nos lo sabíamos de memoria, sobre todo cuando nos acordamos del partido de la temporada pasada, en que también íbamos convenciendo y ganando. Y en medio de todo eso, cuando mejor nos iban las cosas en la primera parte, nos vino a la cabeza que todo podría repetirse punto por punto, como un calco. Pero la cosa se puso más fea en cuanto nos dimos cuenta: que encima el Guaje, todavía, no había saltado al campo.

Hace un millón de años

Hace un millón de años Acabo de ver en el España-Croacia de baloncesto que ha salido en el banquillo de los croatas el mítico Mirko Novosel. Que no sabía de él nada, tanto como de Alexander Gomelski, que se murió hace poco. Y al ver a Mirko Novosel, me he acordado del finado Gomelski. Y al acordarme de Novosel y de Gomelski me he acordado de la Cibona y de Petrovic, y del hermano de Petrovic. Y también de Cutura, y de la publicidad que se ponía la Cibona cuando venía a España. Y de Andro Knego. Y también me he acordado del Torneo de Navidad del Madrid, y del parquet marrón oscuro. Y del Maccabi, y de Aroesti y de Berkovitz. Y de Corbalán y de López Iturriaga, cuando aún todos le llamaban Itu. Y también de Wayne Robinson. Y de los americanos del Barça. Y de la copa que ganamos con McGhee en el “Huevo” de Zaragoza, en el 83, antes de que McGhee se fuera al Maccabi, antes de que volviera al CAI, en el 91, antes de que nos enterásemos de que hace dos o tres años Kevin McGhee, igual que aquel baloncesto, también se había muerto.

Esfera (I)

Esfera (I) Brasil por las bandas y el pibe hermanísimo (por fin) en el ariete. Un punto insospechado del Manzanares, un subidón de autoestima. Aunque la esfera no haya entrado, y porque tampoco nos la hayan entrado. Y de repente a uno todo le parezca del color que siempre había pensado. Y viene un descanso andorrano para el “pelado”. Poco nos falta al margen, con un mariscal y un príncipe con nosotros, poco nos falta, que falta nos hacía. Y poco podemos temer ahora. Ya sólo queda que juegue Cani, mejor sería en su sitio, pero al menos que juegue Cani.

Un día serás el rey

Un día serás el rey Alejandro Valverde puso pie a tierra en un control de avituallamiento de la etapa que acababa el viernes 15 en Montpellier, en el Tour, en la Francia. Apenas unos días antes le ganaba al Lance el séptimo una de las etapas cumbres de la carrera, la de Courchevel. La de Valverde era la primera participación en la Grande Boucle. No sé, pero a mí me da que cuando el año que viene por estas fechas, cuando Alejandro tenga 26 años, las lágrimas puede que sean no de tristeza sino de triunfo. El año que viene, además, ya no estará Armstrong.

Y es que digo Valverde porque sí, está Mancebo, que es de los corredores más sufridores y con más reaños del pelotón, pero es que para mí que este chico tiene cara de sexto puesto. Y en la crono va para atrás. Y Valverde es de los que se defienden en todos los terrenos, es rápido, gana al extraterrestre en la montaña y si no llega a ser porque en la crono por equipos se pegó con el manillar en la rodilla, a estas horas pues a lo mejor estábamos hablando del lugarteniente del otro en el podio. Y es que este chico murciano tiene todas las pintas de que un día será el rey.

El típico protestante

El típico protestante El primer partido que inauguró la era moderna en el tenis fue el que disputaron en la final de Wimbledon de principios de los 80 el sueco Bjorn Borg y un recién llegado con malos pelos John McEnroe. El resultado fue lo de menos, pero creo que ganó el último. Por aquel entonces Borg era casi un fenómeno sociológico. Creo que fue a cinco sets. Un poco después que McEnroe salió Ivan Lendl, que era el jugador prototípico de la guerra fría, el jugador venido del frío Este. Tan frío parecía, que hasta parecía que era ruso, cuando de verdad era checoslovaco. Luego se hizo americano. El que en realidad era el tipico americano era McEnroe, aunque había nacido en Alemania.

No había color entre McEnroe y Lendl, ni aún con los otros, porque a Jimmy Connors le quedaba ya la cuesta debajo de su carrera. Sobre todo me acuerdo de las jugadas a bote pronto en que McEnroe lograba dejar la pelota muerta cuando subía a la red. Y por si alguien no lo sabía, McEnroe protestaba. Protestaba mucho, hasta en los anuncios.
Y en alguna película también.

Entre copas

Entre copas El nombre de guardameta (inglés) más grato. Las lágrimas de un uruguayo (Gustavo). El abrazo (aparcando rencillas) de Víctor y de Pardeza. El zurdazo(su mejor tanto) de Esnáider. La lengua afuera cuando la celebración de Esnáider. El partidazo de Aragón. Y de Cáceres. El día después. Y la noche de antes. El enfado de Sanjuán cuando su cambio. Cafú en la grada. Belsué, el único maño, con Sanjuán (en el campo) El guardameta de nombre grato en el suelo, incrédulo, sentado. Uno detrás de la portería llevándose las manos a la cabeza. El día que eligió Nayim para levantar la cabeza, y el lugar, y el momento. El rechace, centro del campo, el control, con el pecho, la mirada al guardameta adelantado, los dos botes, el chutazo, tres segundos la espera. Cincuenta metros. La suerte del afortunado. Veinte mil goles unísonos. 120 minutos de un 10 de mayo, hace 10 años.

Un chico de Split

Un chico de Split Desde que se hizo jugador de baloncesto de primer nivel hasta el día de hoy, han pasado casi veinte años. He leído en una reciente entrevista que tiene intención de seguir jugando un año más, que su intención no es regresar a Europa, sino la de continuar participando en la mejor liga del mundo. Ya no es el jugador que dominara las canchas a su antojo, o ese jugador complemento para que en Chicago, a la sombra de Jordan, la ciudad del viento viese conseguir tres de los seis únicos anillos de campeón del club. Sus estadísticas nunca arrojaron la verdadera luz del juego de este chico, nacido en Split en septiembre de1968. A sus, pues, 36 años, puede, o no, que la noche del 20 de abril de 2005 haya escrito una de sus últimas líneas como baloncestista. Apodado La pantera rosa, La araña de Split, su capacidad para ganar títulos la dejó bien patente desde sus inicios, como en aquel campeonato mundial junior del 87 en Palma de Mallorca, donde deslumbró a los seleccionados americanos con 11 triples conseguidos en aquella final. Nacía para el gran públco el mayor talento técnico que había conocido Europa dentro de una cancha de baloncesto.

Decía a menudo que una canasta hacía feliz a un jugador, pero que una asistencia hacía feliz a dos. Con sus 2’07 desempeñó como nadie (mejor que los bases puros de sus equipos) el papel de play-maker allá donde jugaba: en la extinta selección yugoslava de los 80, en sus equipos de club, Jugoplastika, Benneton, incluso en Chicago. Pasó de plantilla en plantilla, año tras año, su nombre fue quedando en el olvido, para el más aficionado incluso. Para quien suscribe ver sus estadísticas, después de que él hubiera disputado un encuentro, suponía la primera satisfacción del día, si había obtenido unos buenos números. Si las cifras decían lo contrario, siempre le sacaba uno el mayor jugo a su estadística: ah, pero ha puesto 3 tapones... sólo metió 9 puntos, pero dio 7 asistencias. Me he identificado tanto con él, que hasta me dijeron en su día que me unía cierto parecido físico.

Puede que haya habido otros jugadores más anotadores, más killers en Europa, pero el talento le llamaba a hacer otras cosas. Preferí siempre sus apenas veinte puntos por partido, sus pases antológicos, su desgarbada figura en comparación con su altura. Un chico de Split que abandonó su puesto de extremo izquierda de sus años jóvenes en el Hadjuk, para ser un genio del deporte de la canasta. Porque para ello estaba destinado este zurdo de oro, ese eterno número 7 llamado Toni Kukoc.