Disímiles
A Chris Marker no le gustaría que le etiquetara nadie como cineasta, ni siquiera como uno de los mayores disímiles del mundo, casi la única etiqueta que podría aplicarse. Este francés que huye de sambenitos, de categorizaciones, de formalismos escénicos, que concibe imágenes, tiene un terror sumo a que nadie le inmortalice con una cámara. Y tampoco le gustaría que le llamásemos innovador, ni siquiera iconoclasta. Ni que tiene un don, que tienen pocos, como es el de la intemporalidad. Marker retrata como pocos la instantaneidad, el momento, el ahora y nada más. Una re-creación total de la realidad.
La jetée, Sans soleil, Le mystère Koumiko. Muy a su pesar, Chris Marker haría estragos en un Arte y ensayo. El director de los gatos. Marker es capaz de mantener en un plano fijo sobre los ojos de un gato y que esos segundos tengan todo el sentido. O sobre los orientales ojos de Koumiko. Koumiko es un documento de 45 minutos acerca de la mirada oriental de una anónima joven japonesa, representante del rostro nipón clásico, pero que tampoco es “una japonesa típica, si es que eso existe. Ni una chica típica, ni una chica moderna. No es un ejemplo de nada. Ni de clase ni de raza. No como otras mujeres. Es como las mujeres que son distintas. Lo cual es algo”. Sólo Marker podía decir algo como eso.
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