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jácaras reales

No tiene que ver con...

Gloria

Gloria

Para explicar esto tengo que remontarme a la segunda mitad de la década de los 80 del siglo pasado. A cualquier sábado y a la una de la madrugada. Al programa que empezaba antes de que empezara el programa de Juan Luis Cano y de Guillermo Fesser. El programa que empezaba a la una de la madrugada se llamaba Asignatura pendiente, lo presentaba José Luis Garci y era el comienzo de la noche en Antena 3 Radio. Hace un millón de años.

El programa del Garci empezaba y terminaba con una canción que nadie diría que entraba en sus planes de canciones preferidas. A lo mejor en mi lista tampoco. La canción no sé por qué la ponía Garci. Me vino a la cabeza el otro día viendo una película de Leo McCarey. Tampoco viene a cuento decir que me gusta Garci. O me cae bien, me da igual. Garci decía que no se acordaba nunca de la letra exacta. Tiene algo y ya está.

Recuerdo cuando dijeron que por esas fechas habían hecho unas fotos en las que, a sus años y de aquellas maneras, salía la que cantaba, una señora que se llamaba Gloria Lasso.


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El año que se termina mañana

El año que se termina mañana

El año que se termina mañana se me ha pasado muy deprisa. El año que se termina mañana me ha gustado menos cuando he visto películas que el año que se acabó hace un año. El año que se termina mañana casi ganamos una copa más. El año que se acaba mañana le metimos seis goles al Madrid. El año que se termina mañana he leído menos de lo que tendría. El año que se termina mañana me acabé de ver todas las películas de Truffaut. El año que se termina mañana fichamos a Aimar. El año que se termina mañana me ha regalado inspiración. El año que se termina mañana escuché durante un tiempo las mismas canciones y bastantes veces. El año que se termina mañana se acabará con el título de una canción de Erroll Garner. El año que se termina mañana no da más de si. El año que se termina mañana se acabará a las doce de la noche.

Sucedáneos

Sucedáneos

He visto unas imágenes de la película perdida de Orson Welles The other side of the wind. He oído dos de las pocas baladas de Thelonious Monk y no sé con cuál me quedo. Oí en su momento, más bien lo leí, que Thelonious Monk no tenía ni idea de tocar el piano. Padre, ya sabes lo que tienes que hacer con ellos. He leído otro artículo de Olvido, de la que no me olvido aunque no nos tenga al día con su blog de terciopelo. En la mesa tengo al lado un tornillo suelto de un armario que ya no vale. He leído sólo el comienzo de Lady sings the blues y tengo que volver con ello. He ido a la filmoteca a ver una película sudafricana, correcta pero un poco larga. Quiero ir a ver a Chano al Jazz Zaragoza. Y el viernes a Avishai Cohen. Me he comprado libros regalados en el Rastrillo benéfico de la Fundación Federico Ozanam (Sexus de Henry Miller, Rosa Montero, Budd Schulberg, un monólogo de Luis del Val. Un cuento de Lovecraft lo cogí, ahí estaba, de los contenedores de la basura) Quiero ver cosas de Jodorowsky. El cielo afuera se ha puesto negro. Hace tiempo que no toco un autodefinido. El viernes empieza Cinefrancia. La chica francesa de la organización es muy maja.

El final de Manhattan

El final de Manhattan

Me identifico con Marty. Marty lo hace Ernest Borgnine. Ernest Borgnine es un actor que igual hace de Marty como hace de malo en Johnny Guitar (¿A cuántos hombres has olvidado..., etc, etc)

 

Me identifico con George Harrison, por eso del tercer hombre.

 

Me identifico con CC Baxter y envidio a CC Baxter porque yo también quiero acabar jugando a las cartas con la Srta. Kubelik (¿Por qué no me enamoraré de alguien como usted? Pero qué loco y qué bueno es usted.)

 

Me he identificado demasiadas veces con James Stewart.

 

Me identifico con el arpa y los silencios de Harpo Marx.

 

Me identifico con el fondo sonoro de la Motown.

 

Me identifico con Josef K.

 

Me identifico con el B/N.

 

Me identifico con los contrabajistas de jazz.

 

Me identifico con la guitarra de Django Reinhardt.

 

Sigo identificado con John Coltrane.

Me identifico con el final de Manhattan.

Fuera de la ley

Fuera de la ley

Le decía a alguien estos días pasados que estos días pasados estaba escuchando los discos de George Harrison cuando los tiempos de George Harrison en los Beatles eran sólo un glorioso recuerdo. El nombre del primer disco de George Harrison, suelto del yugo de los antiguos Beatles, tiene algo de cierto, pero algo de cierto que casi siempre nos negamos a aceptar. Porque es cierto que All things must pass, pero eso es lo jodido, que no todas las cosas queremos que pasen, así sin más, porque  a lo mejor es ley de vida que sea así, pero hay algo dentro de mí que dice que no y no lo quiere aceptar. Pasar página, en definitiva, cosa a la que nos negamos a menudo, igual que no querer pasar de página cuando, como ahora, leo a Julio, que no quiero traspasar de página esas Deshoras por temor a que el hechizo de Cortázar se termine, porque pasar de página a cada página de Cortázar engendra cierta sensación de herejía.

Será ley de vida, pero yo me resisto aún a que algunas cosas pasen a un olvido forzoso, o se pierdan en la memoria o mueran. Mel Torme está cantando con fondo de violines Something to live for, a la que me aferró como un poseso en estos días pasados. La culpa la tienen Duke Ellington y Billy Strayhorn por habérsela inventado. Otros dos hijos de puta.

Tormenta

Tormenta

Twilight zone, Twilight time. Twilight zone, o Dimensión desconocida, que me acabo de ver el primer episodio de 1958, con las voces latinas del doblaje. Twilight time, una canción que cantan los Platters, sí reconozco que tengo discos, dos, de los Platters. La primera vez que escuché el Stormy Weather fue por los Platters, antes de escucharla por segunda vez en mi vida por Billie Holiday, en la banda sonora de Luz de luna, donde también escuché una canción que tengo prohibido escuchar si no quiero caer en otra dimensión desconocida que provoca la mala leche del amor. Esa cosa llamada amor, qué es, se decía el amigo Porter, Cole. Sí, tengo discos de los Platters.

En la colección Cine y música de Salvat del año 87 oí a los Platters cantar el Stormy weather. La versión en disco de la banda sonora del tema cantado por Billie estaba rayado durante esa canción y me añadía un plus de encanto oír al microsurco dar el salto en cada vuelta en el lugar mismo donde está dañado el acetato. Qué es esa puñetera y jodida cosa llamada amor. Algo tan imperfecto y maravilloso como una película de Truffaut.

Por fin hoy ha llovido, un poco de tormenta.

Número cuatro

Número cuatro

Día de la madre. Pese a quien pese y lo imponga. De flores. Madre no hay más que una y sanseacabó. Y al perro, etc, etc. De flores no tengo ni remota la idea. Un día pedí en un puesto si vendían un trébol con cuatro hojas, Diréis ahora, pero al chico de Aquellos maravillosos años sí le pasaba que le entregaba a su chica un trébol con cuatro hojas. Que donde la encontraría. El Kevin Arnold. Me dijeron que eso crece en el campo. Y me fui, a esparragar.

El trébol era para otra chica, pero ni trébol ni nada que se le parezca. Ni flores. Al final fue un calendario de una actriz cómplice entre los dos. Que dónde andará. En el campo. Será una planta salvaje.

Voy a seguir con Sarah Vaughan.

El sentido de la vida

El sentido de la vida

Bueno. Hay canciones que está prohibido escuchar. Porque si no, hay que atenerse a las consecuencias. Un día dije que Natalie Wood rompía y rasgaba for sentimental reasons. También es for sentimental reasons por lo que debo evitar oírse las canciones que digo. Los Isley Brothers eran un grupo que cantaba canciones al estilo puro y duro de la Tamla Motown. Y maldito el día que escuché en su momento la canción de marras de This old heart of mine. La canción la descubrí porque salió en un capítulo de Luz de luna y un día me compré el disco de la serie en junio del 89. Me niego a intentar siquiera a ponerla. La de los Isley Brothers. Ya la grabé cuando grababa las canciones en cassette. Justo cuatro años, en junio del 93, pillé raudo y veloz el CD cuando lo vi mirándome a los ojos en los Discos Linacero. No sigo porque me está viniendo a la cabeza la canción.

 

Anoto la tontería del día, mes y año en que me compro un disco desde el album rojo y el azul de los Beatles. Hay más canciones así, la mayor parte de los años 60. Aquí el bucle, como diría siempre lúcido el mágico verbo de Olvido, lo forman Natalie Wood, Tell Laura I love her y la primera vez que con alguien asocié This old heart of mine. En octubre del 89.

Con Dile a Laura que la quiero no es que me pase lo mismo. Sólo diré que en su título se encuentra la causa y motivo de todo. La canción la cantaba Ray Peterson, del que no conozco ninguna canción más. El que diga que Tell Laura I love her es una cursilería es que no tiene ni puñetera idea. Entre ellas, ésta, los sábados en la sobremesa me grababa canciones americanas en un programa que ponían en la emisora de la base americana. Otro día hablaré de lo que todavía tengo grabado de aquellos días en cassette. Todavía hay cosas que no se compran ni con todo el oro del mundo.

Un año de gracias

Un año de gracias Lo que cunden 365 días para un blog desde Actrices de oculto hasta Improvisado. No me he parado a pensar en el número que son, pero artículos ya son unos cuantos. Alguien lo ha leído en alguna ocasión y con eso ya me conformo. Quién hubiera dicho que. 

Gracias a quienes comentaron. Me acuerdo sobre todo de: 

Olvido: la musa del jazz y su blog de terciopelo.

Erradizo: corazón de león y jazz.

Sir Henry: ratón incurable de filmoteca.

Alvy Singer: pequeño gran hombre de todo arte.

Elegí un mal día: desertor, creador y guardián de las palabras.

Y por supuesto, Mrs. Falena: primera dama insomne, de vino y rosas.  

 

Llegó el momento de reconoceros.

Monolitos de madrugada

Monolitos de  madrugada

La de noches que me he pasado dormido con la radio puesta. Ahora hace noches que no lo hago. La radio de hoy se ha convertido en algo extraño con una especie de perfección técnica de la que carecía antes. Antes es cuando existía Antena 3. Radio. Ahora lo peor que se puede decir de una radio es que parecen como las televisiones, que todas se parecen a todas. Recuerdo una vez que hubo huelga en España, las radios cerraron también y aquello me parecía el fin del mundo. Aquel día lo pasé mal sin oír la radio.

Si me lee, Toni se acordará de todo esto, y por primera mano. Con Antena 3 se fueron el programa de Pumares, el de Garci, por las noches el sábado, y después Goamespuma, cuando Gomaespuma era Gomaespuma. García. Me acuerdo de la tertulia de Antena 3. Primero al mediodía, después por la tarde. Y si amo tanto el cine es por culpa de Carlos Pumares. Polvo de estrellas. Qué pocas cosas hay ahora que transmitan magia. Miento, no hay ninguna cosa en la radio que transmita magia. Siempre nos quedará el monolito.

Tú y yo

Tú y yo Las jotas de picadillo son unas jotas en las que el hombre y la mujer representan el tradicional envite de guerra de sexos. Yo te digo, tú me dices, tú me dices, yo te digo. Y te la devuelvo, y mayor. Es como el juego de la oca cuando te toca. De oca a oca. Las hay de muchos sitios, pero las que yo digo se dicen en baturro.

En los años 80 se hicieron bastante populares en España un dúo de hermanos que sólo hacían lanzarse los trastos a la cabeza. Venían de Argentina y supongo que seguirán con lo suyo, a las suyas. Lo que ignora uno es si la pareja pimpinela conocía o no la existencia del picadillo. Pero resulta cuanto menos curioso que se den estas coincidencias. Que seguro además que en otros países existan chascarrillos, cancionelas o tonadas muy por el estilo. Difícil aquí la entente de damas y caballeros.

No tiene que ver con nada. La leyenda de Júpiter

No tiene que ver con nada. La leyenda de Júpiter Un 127 reutilizado que se llama Júpiter. No es Herbie, pero casi, contemporáneo suyo, casi. Se llama Júpiter porque la placa que la joven dueña conductora le pusiera un día bajo la matrícula así reza. Matrícula con una de las primeras consonantes del abecé, o sea, un coche muy antiguo, o sea, en estos tiempos toda una reliquia. Todavía recuerdo aquellos coches con matrículas sin letra, es decir un Z-56972, por ejemplo, es decir, de lo primerito que se hizo matrícula y coche en la city. O sea, nuestros herbies abuelos, los pioneros. Aún los hay. O los había. Si no, pues eso, reliquias del pasado, como este Júpiter 127, de conductora joven y amante de la comodidad, del encanto y detractora del lujo sobre cuatro ruedas. En el fondo todo un encanto. Haberlos haylos. Como Júpiter, y la dueña de Júpiter.

Aquellos tiempos beta

Aquellos tiempos beta Creo que ya no existe el video club B.thoven que había en las Delicias. Del video club B.thoven me cogí las primeras películas que me vi en video. Eran películas que me recomendaban enfurecidamente que viera. Era la época en que era casi obligatorio ver Evasión o victoria, de Huston, porque Pelé metía un gol de chilena contra los nazis. Luego vista, uno se da cuenta de que lo irrisorio es ver parar el penalti que para Stallone. Las primeras películas que me cogí del B.thoven fueron Y si no... nos enfadamos, de Terence Hill y Bud Spencer, Un millón para Boris, que la debí ver yo y dos más, y Gremlins, que en su momento me pareció una obra maestra. Y también Regreso al futuro.

Lo que el viento se llevó estaba en dos cintas. En el video club había una sección para los videos beta, que decían que eran el futuro y que además tenían una calidad mucho mejor que los VHS. Nunca vi una película en beta, entre otras cosas porque hacía falta tener un video beta, lo cual parecía algo inalcanzable o que sólo podían tener los que tenían mucho dinero.