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jácaras reales

Literatura

Técnica para insomnes

Técnica para insomnes

Después de A sangre fría, Truman Capote escribió Ataúdes de artesanía, otra crónica de una serie de asesinatos reales de la América profunda de los años 70. En Ataúdes de artesanía Juanita Quinn, un breve pero fantástico personaje, ve la televisión con el volumen a cero para imaginar lo que dicen, porque “si escucho, me quedo dormida en seguida. Pero imaginar lo que hablan me mantiene despierta. Y tengo que mantenerme despierta…, al menos hasta medianoche. De otro modo luego no hay forma de dormirme”.

300

300

Más por pereza que por nada más, casi nunca me presento a estas cosas. De esas pocas veces  que me presento, siempre es para perder en quintuplicados y cartuchos de tinta negra. Hacía varios años, ahora que lo pienso, que no había mandado nada. Hace poco navegué, leí y mandé. Tengo un correo electrónico con el título de una película de Woody Allen en el que casi no recibo nada. El otro día me llegó uno en el que me decían que, de entre más de 300 microrrelatos, yo era uno de los seis únicos finalistas. No será gran cosa pero para mí ya es bastante. Aunque sea un premio gratis. Esa misma noche empecé a leerme un libro de Eduardo Mendoza.

Palabra de honor

Palabra de honor

Hubo un corto en el Festival de Jóvenes Realizadores a principios de este frío sol de invierno que adaptaba La noche boca arriba de Cortázar. Yo tenía ventaja porque por la mitad del corto me di cuenta de que había leído el relato. Lo que pasa es que el corto no sabía o no podía transmitir el espíritu de texto. Y casi nadie se enteró de qué iba el asunto. Así lo vi en las votaciones del premio del público que pusieron en el hall del salón de actos de la CAI. El corto estaba entre los últimos, cuando doy fe de que hubo bastantes trabajos peores que él. También puede darla Henry, con quien estuve en las tres jornadas del certamen de cine. Difícil adaptarlo, el Cortázar. Campanella le hace a Cortázar el homenaje más bonito que se le pueda hacer a Cortázar, sin nombrarle y utilizando el lenguaje del cine. Es en el principio de El mismo amor, la misma lluvia. A  las imágenes me remito. Sabio el JJ. Aristaráin le hace el homenaje a Cortázar en el título de Lugares comunes. Hace unos días vi en las imágenes de los 50 años de la televisión pública que entrevistaron a Cortázar con barba y en B/N. Hay otra película, en la que sale Silke, donde el protagonista nada antagonista de Cortázar sale con barba y todo. Menos sutil, pero vale. Y sí, también sugiere el Blow up.

Ayer leí una cosa que dijo Borges: “Nadie puede contar el argumento de un texto de Cortázar; cada texto consta de determinadas palabras en un determinado orden. Si tratamos de resumirlo verificamos que algo precioso se ha perdido”.

Olvido

Olvido

Joseph Conrad es algo así como imprescindible si quieres pasarlo bien leyendo, aprendiendo y gozando. El Benito Cereno que escribió Herman Melville, que es una de las cosas más parecidas que me he encontrado a la manera de hacer de Joseph Conrad, también me vale. De Conrad supongo que no habré leído mucho, si he leído El confidente secreto, El corazón de las tinieblas y el libro de cuentos que estoy leyendo ahora. Pero creo que el tridente éste me vale. La literatura que se hacía dos siglos atrás, como la de Alejandro Dumas y su hijo, siempre se ha llevado muy bien con el cine. A las hermanas Brönte también se les ha llevado mucho al cine. Sobre todo a Emily y sus Cumbres borrascosas.

 

La última película que me he visto es La heredera, de William Wyler, que bebe precisamente del Washington Square de Henry James. No hablamos ya de Otra vuelta de tuerca. Orgullo y prejuicio la han llevado al cine dos o tres veces en lo que llevamos de XXI. Si no es Garci, aquí nadie se acuerda de Galdós. Menos de Valle Inclán. O de Clarín, si me apuras. Suena raro ya, como del siglo pasado. Del siglo pasado es alguien que alguno no sabrá de quién demonios se trata, pero de Carmen Laforet, Nada la llevaron al cine en B/N. Con Los Episodios Nacionales los americanos nos habrían bombardeado, con mil películas y series. Sin ir más lejos, Zaragoza.

La sonrisa argentina

La sonrisa argentina

Hay una página a la que guardo mucho cariño y que hago partícipe. Es argentina, es de libros, es sencilla y está muy bien. Este enlace sirve para que se conozca más. En Artnovela  se pueden publicar esos antojos, caprichos, fantasías que uno lleva adentro. A la buena de Dios. Argentina es la tierra de Borges y de Cortázar. Y punto. Artnovela es joven y entusiasta. No pretende nada. Aquí el defecto es virtud. No la visitaba últimamente, pero un aviso al correo me recuerda que ha cambiado en algo y que, una vez más, te invita a compartir. Cada mes mandan un cuento via mail.

Tiene una administradora que se llama Clamaga y eso me recuerda a Rayuela y ya por eso me gana (¿Encontraría a la maga?, etc) La encontré como esas cosas que se encuentran sin buscar. Igual que pasa con el 90 por ciento de las cosas que nos tiene preparado Google en su caja de las sorpresas. No sé, lo apunto sólo. Me gusta Artnovela como me gusta una chica que te cae en gracia. Esa página te sonríe.

El gallego imaginario

El gallego imaginario

Quitando un relato o dos, es la primera cosa larga que leo de Manuel Vázquez Montalbán. Un escritor que debería pasar a la historia sólo por parir a Pepe Carvalho. Lo que he leído y lo que leí en su momento va de Pepe Carvalho. Me gusta Pepe Carvalho, y por ende su creador, porque lo que importa no es lo que cuenta sino cómo cuenta lo que cuenta. He descubierto a Charo y al gran Biscuter. Buena gastronomía y  fino erotismo he visto en lo que he leído. Eran gustos seguro del finado Montalbán. Me gusta la disección de la España post-democrática que escribe. Asesinato en Prado del Rey nombra a Txiki Benegas (con línea de diálogo), enmascara personajes reales en nombres ficticios, hasta un sosias de sí mismo, un guionista malhumorado por la versión que de un detective privado suyo han trasladado a la pequeña pantalla.

A Vázquez Montalbán no le gustó la adaptación que hicieron de Carvalho con Eusebio Poncela, que lo hacía genial haciendo de Carvalho. Yo no podía comparar porque no había leído nada, pero suele ser algo habitual en los escritores adaptados. Y ahora tampoco me acuerdo ya de la serie aquélla, sólo me acuerdo de que me gustaba Poncela. La que hizo hace poco Puigcorbé no la vi. Bigas Luna hizo Tatuaje.

A la vez estoy leyendo a James Ellroy, y no sé a quién prefiero, la verdad, ahora que he leído a Carvalho.

(Dedicado a falena, ya sabe por qué)

Letras puras

Letras puras Nunca he hecho un sudoku, o como se escriba. El autodefinido siempre me ha parecido superior al crucigrama, que es el pasatiempo por autonomasia. El rey de. Me son míticos los libretos menores que cuartillas de Pedro Ocón de Oro. El crucigrama blanco es para cuando quieres un reto o si quieres pensar. Me gustan los crucigramas grandes. Odio los asteroides de cualquier número. No me gusta mirar las soluciones. Me gustan los chistes de Mafalda a pie de página. De pequeño me encantaban las sopas de letras, pero hace tiempo que ya no las trago. Qué grandes los autosilábicos. Los juegos de lógica a veces me rayan. Me gustan las 8 diferencias y el chiste incluido de Laplace que salen en el Heraldo. Y Fred Basset. Me gustan los especiales de invierno de los autodefinidos. Los problemas de ajedrez me son lejanos y los jeroglíficos, algunos. Hay algunos juegos que son muy raros. Me gustan las fotos que acompañan a los crucigramas con pistas, sobre todo sin son fotos antiguas. Me gusta que no se acaben nunca los crucigramas. Literatura pura.

Cuesta arriba

Cuesta arriba Libros que un día se me atravesaron. El eunuco y la doncella, de Peter Tompkins. Fragmentos del Henry Miller trascendente. Metafísico el chico y sus trópicos a veces (a la vuelta de la esquina me espera su Anais Nin) Las leyendas guatemaltecas de Miguel Ángel Asturias. Las 25 primeras páginas del Ulises de Joyce. No pude más con el autor de Los muertos. Las novelas policíacas del “whodonit”. En el erial, de D. H. Lawrence. Actualmente, La muerte de Artemio Cruz, de Carlos Fuentes. Me dijeron en su tiempo (¿seguirás presa de insomnios?): lo mejor en caso de que se te cruce el negro sobre blanco, arrinconar sin remisión.

Lacrimosa

Lacrimosa

El Gustavo Adolfo Bécquer primero, dicho sea un Bécquer leído con los ojos de la infancia, de la inocencia, puede que sea el mejor Bécquer que le quede a uno, cuando relee con los años las rimas y las leyendas. Prefiero Rayo de luna y El Miserere, pero no me olvido de La ajorca de oro ni de Maese Pérez, el organista. Tenebrista era, nada le tiene que envidiar en ese sentido al Bierce más sombrío.

“Ella era hermosa, hermosa con esa hermosura que inspira el vértigo”. La ajorca de oro la empieza así, y claro, por mucho que lo intentes no puedes deshacerte de su prosa, o poesía en prosa. “Ella era caprichosa, caprichosa y extravagante, como todas las mujeres del mundo”. Y con los ojos de la infancia hay que leer la respuesta que María Antúnez le dice a la pregunta de Pedro Alfonso de Orellana.

- ¿Por qué lloras?

... 

- No me preguntes por qué lloro, no me lo preguntes, pues ni yo sabré contestarte, ni tú comprenderme.

La editorial, Libra o la Austral.

América América

América América Los relatos de Evan Hunter se parecen a los que después escribió Paul Auster a partir de los 80. Es el guionista de Los pájaros de Hitchcock, antes indudablemente de que el maestro retocara lo que le diera la gana de lo que al final sale en la pantalla. Hunter dominaba el relato corto, y leyéndolo a la vez que Auster, uno piensa que si tenían relación de parentesco o era que sólo Auster había leído bastante a Hunter. El caso es que Hunter se ha muerto este 2005 cuando ya no le dejaron vivir más el maldito cáncer y su corazón.

Qué bien le salía todo en apenas 20 páginas, ó 30 ó 40. Ed McBain se ponía a veces de seudónimo. Pero en realidad se llamaba Salvatore A. Lombino. No me lo imaginaba como italiano. Nueva York, cuando escribía, parecía que se le ponía a sus pies.

Teloneros

Teloneros Al azar, solamente con escoger dos autores como Alejandro Casona y Carlos Arniches, y leyendo sus obras, es como uno se da cuenta de que hay gente por ahí olvidada. Demasiado olvidada. De que uno lee La señorita de Trevélez o La sirena varada o Las tres perfectas casadas y resulta que no te aburres, sino todo lo contrario. De que Casona no es sólo un escritor “interesante” (como reza la tapa del libro de la época), sino un autor como la copa de un pino.
Y de que Arniches dista de ser sólo aquél que cultivaba el género del sainete, porque sainete parece que siempre ha sido sinónimo de simplezas o bagatelas. Arniches divierte, cosa rara a veces. Con esa pretensión firmaría cualquiera que empieza la primera línea de algo, y también lo rubricaría hasta terminar con la última. Y es que a éstos hay que leerlos. Porque además eran años los suyos para poner, como ellos hacían y muy bien incluso fuera de su España, el dedo en la llaga.

Lost in translation

Lost in translation La novela de James Hilton, Horizontes perdidos, la llevó al cine Frank Capra. Hace tiempo que vi la película, pero hace poco que terminé el libro. El recuerdo de la película es bueno, pero no tengo imágenes fijas, salvo algunas, como la del avión aterrizado forzoso. Del libro te queda la impresión de haber leído algo entre o elegante o exquisito. En el cine el protagonista era una estrellona de la época, Ronald Colman. En el libro, este Conway es llevado en avión a la fuerza y misteriosamente, junto a tres personajes más, a un paraje inhóspito del Nepal. El conocimiento de otras costumbres, de otras maneras de vivir y tomarse la vida cambiará la vida de estos huéspedes involuntarios.

Pasajes extremadamente bellos se cuelan como por encantamiento en la narración. Verbigracia: “Ella era como un ángel de fría porcelana, sin más adorno que un rayo de sol”. Y más como éste. La americana Pearl S. Buck también supo descubrirnos los misterios de la vida cotidiana oriental en sus escritos.

La voz de sus palabras

La voz de sus palabras Escuchar la voz de un genio, el caso de Cortázar, relatando uno cualquiera de los pasajes de su obra adquiere una dimensión de marcada individualidad que hace que, si luego lees otro cualquiera de los pasajes de su obra, no puedas sino leer sus frases como sólo el lo hace. Imaginas cómo lo leería él. Pero es que la voz de Cortázar, Julio, no es una voz neutra o convencional o arreglada, sino que es un timbre como delator de su nacimiento y estadía en Europa, de argentino exiliado, con la añadidura de ser una voz con dificultad de pronunciar ciertas fonemas, una voz que te dice que está jugando contigo, ya sea desde el escrito o desde la misma forma que tiene de dirigirse al potencial oyente.

Hay grabaciones oficiales de su voz, que lee ante un auditorio o no. Flemático más que los ingleses, si bien unique chanteur de la vie parisienne, et boheme, et amoureuse, es una voz, mais oui, afrancesada, cómplice, y que además multiplica el efecto de texto investido por debajo de la realidad y las palabras. Es una voz con tamaño y fondo y volumen. Una voz que incrementa sus famas.

Capítulo 129 (ó 55)

Capítulo 129 (ó 55) Pero Traveler no dormía, después de una o dos tentativas la pesadilla lo
seguía rondando y al final se sentó en la cama y encendió la luz. Talita no estaba,
esa sonámbula, esa falena de insomnios, y Traveler se bebió un vaso de caña y se
puso el saco del piyama. El sillón de mimbre parecía más fresco que la cama, y
era una buena noche para seguir estudiando a Ceferino Piriz.

Pero Traveler no dormía, después de una o dos tentativas la pesadilla lo
seguía rondando y al final se sentó en la cama y encendió la luz. Talita no estaba,
esa sonámbula, esa falena de insomnios, y Traveler se bebió un vaso de caña y se
puso el saco del piyama. El sillón de mimbre parecía más fresco que la cama, y
era una buena noche para quedarse leyendo.

Adaptation

Adaptation Hitchcock dice que no le gustaba la novela de Daphne du Maurier, que, a pesar de ese nombre, era inglesa. Contemporánea de Hitch, decía de ella que el estilo de Rebecca en libro era decimonónico y desfasado. Que se había olvidado del libro una vez leído y que montó su propia historia cuando la llevó al cine, Pero luego cuando lees el libro, no hay tanta diferencia aparente, o por lo menos hay muchas cosas del libro en la película. Ya en el libro no se le llama con ningún nombre a la Joan Fontaine del celuloide. Hasta parece que ya estaba inventada la cara de la Srta. Danvers antes de verla en el cine. En el cine la hizo Judith Anderson.

Hitchcock adaptó luego para Vértigo la novela de Boileau-Narcejac, que a pesar de su nombre sí son franceses, porque eran dos, Pierre Boileau y Thomas Narcejac. La historia es la siguiente: Hitchcock quiso comprar los derechos de la segunda novela del dúo. Se le adelantó Cluzot, el director francés, que ya había adaptado la primera novela del dúo, Las diabólicas. Entonces el dúo escribió De entre los muertos, con la idea de mandársela a Hitchcock. A éste la novela le gustó. Hitchcock se enteró de la jugada del dúo cuando se lo dijo Truffaut en las famosas entrevistas (El cine según Hitchcock) de 1966.

Señor K

Señor K Me gusta que Kafka escribiera América sin haber salido en su vida de su ciudad, Praga, más que para olvidarse de sus fantasmas.
Me gusta que el protagonista de la Metamorfosis se convierta en escarabajo y que nosotros, como no lo vemos, no nos demos cuenta de lo repugnante que debe ser un escarabajo vestido con ropa de calle.

Me gusta que Kafka fuera un burócrata.

Me gusta que Kafka tuviera una novia eterna y que se llamara Felice. Con quien casi se casó fue con una tal Dora Dyamant, pero el padre de ella no lo consintió. Poco después Kafka se muere.

Me gusta que haya esa paradoja entre los nombres de esas dos novias y su vida.

Me gusta que se carteara con Felice de manera apasionada.

Casi se casa también con Julia Wohryzek, pero el mismo Kafka fue quien lo anuló, tras haberlo hecho público. Fue ahí cuando escribió la larga carta a su padre. También tuvo un par de encuentros con Milena Jesenska.

Me gusta que Kafka pidiera que después de muerto destruyeran todas sus obras.

Tengo que acabar de leer Conversaciones con el padre de Kafka.