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jácaras reales

Jazz

Very Important Person

Very Important Person

Olvido se está dando un garbeo por todo lo alto con el jazz y sus músicos por San Javier y me obliga a poner de fondo una banda sonora con trompeta, diferente de la que ella ha conocido de primera mano hace muy pocas horas.

No puedes dejarnos con los dientes tan largos, sweet-heart.


El faro de la Playa Hermosa

El faro de la Playa Hermosa

Lee Morgan no se murió en el Lighthouse, Hermosa Beach, California. Lo que Lee Morgan hizo en el Lighthouse, Hermosa Beach, California, fue grabar un disco histórico en el verano de 1970, la semana que viene hará 37 años. El Lighthouse era un club de jazz que co-regentaba un contrabajista que se llamaba Howard Rumsey. Cada temporada, Howard Rumsey se organizaba un grupo de all stars de entre lo mejor de los west-coasters. Lo mejor de los west-coasters eran Shorty  Rogers o Bud Shank o Jimmy Giuffre, Hampton Hawes o Shelly Manne. O Frank Rosolino, que tocaba el trombón de varas.

Lee Morgan no se murió en el Lighthouse, Hermosa Beach California, pero por lo demás en aquel sitio debió de pasar absolutamente de todo. Howard Rumsey dice en las notas de un disco que sólo me ha costado 4 euros con 99: “You know, so many things happened at the Lighthouse”. Igual inventan algo y nos vamos un día allí juntos  a través del tiempo. O a decirle a Lee Morgan que se quedara en su casa aquella maldita noche.

Llámame Desiderio

Llámame Desiderio

Cuando Dexter Gordon se pasaba por España le gustaba convertir en una jam session el Madrid la noche de áquella época. Tendría que resultar cuando menos chocante verse con un dos metros, negro, plena Gran Vía, con el forro del instrumento al hombro. Y encima hablando raro. Dexter Gordon le gustaba retirarse espiritualmente en la Europa del la Guerra Fría; de París se iba a Copenhagen y en medio hacía escalas. Y de vez en cuando se dejaba caer por estos feudos. Cuentan los que le trataron, que era muy fácil tratarse con él. De noche, con el instrumento fuera del forraje. Me enteré, no sé si lo he dicho ya alguna vez, de que Joshua Redman se montó una jam session en un bar aledaño al Auditorio el primer año que vino a tocar a Zaragoza. En el 99. Me parece que en lugares civilizados si hablamos de jazz, ésa es una práctica común. Lo de montarla ante el barman del hotel hasta que no empiece a rondar el alba.

Cuando Dexter Gordon se venía a España no hacía ningún caso a la gente si no le llamaban Desiderio Gordón. En Dinamarca le tenían que llamar Ben Gordensen. A Dexter Gordon la vida (y la noche) le gustaba demasiado para no tratarla como si fuera una jam session.

Con una sola condición

Con una sola condición

Norman Granz no es un nombre más de los que aparecen siempre en la contraportada de los discos. Si en el jazz hubo algo parecido a la Metro Goldwyn Mayer sería Verve, la compañía que fundó Norman Granz por la que pasaron tantas estrellas como tenía el firmamento. También podría haber sido David O. Selznick.

Norman Granz se sacó de la chistera el Jazz at the Philarmonic para que todo el mundo supiera lo realmente cojonudo que podía ser el jazz. La ventaja que tuvieron todos los músicos de jazz es que a Norman Granz, como a un niño le gusta un caramelo, le gustara esta música.

En el Jazz at the Philarmonic tocaban músicos blancos y tocaban músicos negros. La única condición que les pedía era que supieran tocar jazz. Si había algo que no soportara este judío-ucraniano es que hubiera gente que todavía pensase que andaban en la era de las plantaciones.

La primera cosa que me grabé del Cifu, aquel verano de 1994, fue un Jazz at the Philarmonic del año 57. Coleman Hawkins y Roy Eldrigde y Lester Young y Stan Getz y Jay Jay Johnson, repetían incesantemente ese riff del Stuffy que me acabé de aprender de memoria.

De vez en cuando merece la pena perder un poco el tiempo explicando cómo se las gastaba la gente como Norman Granz.

So long, Eric

So long, Eric

Cuando Eric Dolphy le dijo a Charlie Mingus que se enfureciera lo que quisiera, pero que él se largaba y que no iba a tocar más con él, Mingus no sé si se enfureció mucho o se enfureció poco, pero lo que hizo fue decirle a Eric que hasta luego. Durante la última gira que Dolphy realizó a principios del 64 con el quinteto o sexteto de Charlie Mingus, todo lo que ambos se tenían que decir, contestar o reprochar, lo hicieron de la mejor manera. En cada concierto de esa última gira, cada una de esas noches, el grupo de Charlie Mingus tenía que tocar un tema que Mingus le compuso a Dolphy ex profeso y que era algo así como un lamento del jefe ante la marcha de su pupilo. Cuando lo tocaron en París lo tocaron durante 28 minutos. La broma.

En los dos meses posteriores, hasta junio del 64, Dolphy se quedó en Europa, hizo sus alucinantes últimas grabaciones, no se curó de una crisis diabética y se murió con un año más que yo.

Los 40 de Harry

Los 40 de Harry

Creo que Harry Connick Jr. ha sobrevivido dignamente a la manía que tienen los americanos de buscar de manera cíclica al nuevo Frank Sinatra. Más que nada porque Harry Connick Jr. no ha llegado a las cotas a las que llegó Frank Sinatra. Es más, últimamente hasta está pasando un poco desapercibido. No sé si en algún momento Harry llegó a ser la star que todos esperaban. Y casi prefiero que haya sido así.

Harry Connick Jr. es un pianista bastante majo. En el 87 grabó un disco a su nombre en el que tocaba con Ron Carter cuando Harry apenas tenía 20 años. El último disco que ha grabado es un hermoso homenaje a la ciudad donde todo comenzó.  Hasta le perdonas aquello de Independence Day. Harry Connick Jr. tampoco ha desarrollado una carrera espectacular en el cine. Pudo haberlo hecho. Harry es un tío que va a su rollo y que rehúsa de estancarse en la figura del crooner de antaño. Igual en su tierra es más de lo que aquí parece, sobre todo teniendo en cuenta que a lo largo de la historia ha habido casos: aquí Tony Bennett era un nombre prácticamente desconocido, cuando en América casi le pisaba los talones al mítico Blue eyes. Tengo junticos el disco de Harry del 87 y uno de Tony de películas.

Me viene a la cabeza un dúo Hargrove-Bennett en un Vitoria de la pasada década de los 90.

No disparen al pianista

No disparen al pianista

¿Puedo decir, hacer una acotación, respecto a lo que dije el otro día? Es que vengo de escuchar a este señor de arriba. Un día en un programa de radio, de cuyo nombre prefiero no acordarme, tres gurús de la música pop dijeron de algunos músicos del género que hacían jazz que parecía aquello puras masturbaciones mentales (sic) Aquello me sentó tal como si me hubiesen alcanzado de un disparo en la zona de flotación. Iba a decir una barbaridad ahora, pero diré que lo que hice ese día fue oír cómo tocaba su piano el mismo señor que he escuchado esta mañana. Ese grandísimo hijo de puta.

Uno más

Uno más

Sigo con pianistas. El último se ha muerto y se llamaba Andrew Hill. De los más escalofriantes compositor e intérprete del jazz y del piano moderno. Me vais a hacer un favor, si alguno no lo conocía. Escuchadle. Menos salvaje que Cecil Taylor, tan iconoclasta como Monk, un pelín más conocido que Elmo Hope.

Por supuesto, me he enterado de rebote y sin buscar, como todo lo que se encuentra siempre en Internet. Para variar. Se murió ya hace una semana.

Recomiendo este disco. Por decir uno.

Cómodo

Cómodo

Hay un tío que me gusta horrores cuando se pone a tocar el piano. A Herbie Hancock lo he visto en directo, pero a McCoy Tyner, no. Todavía estoy a tiempo, si a los programadores del Zaragoza Jazz lo tienen a bien. Esa herencia post-Coltrane. Ese trío de ritmo con Garrison y Elvin Jones. Me gustaría ver a McCoy Tyner porque reconocer su sonido ya lo reconozco. McCoy Tyner hace solos como si estuviese acompañando. Si me lo pidieran, diría que es mi pianista favorito. Me siento muy cómodo con él.

La portada de los discos de la Blue Note los diseñó Reid Miles.

Anoche soñé otra vez.

I remember Wes

I remember Wes

No sé por qué cojones no he hablado todavía de Wes, si lo que estoy escuchando en este momento se acerca tanto a la perfección. No sé lo que tienen todos los guitarristas: Kenny Burrell, él, Barney Kessel, Django, Papá Christian, Les Spann, Charlie Byrd, Joe Pass, Jim Hall. ¿Será que son muy buenos? ¿Será que ese instrumento es el más infravalorado cuando suena el jazz? ¿Será que no me he puesto suficientes discos de guitarras con jazz?

Ese instrumento tiene suerte. Tiene suerte de que lo toque gente como Wes. De que lo empezara Django. Del Stardust de Christian. Dios es Kenny Burrell. Una guitarra puede intimar, puede doler. Puede acariciarse o lastimar. Tiene mil disfraces, pero nunca engaña. Es un instrumento que habla muy bien. Y se hace muy amigo de las baterías y de los saxos. Y me parece que los amos las tratan con bastante tacto. Me lo está diciendo Wes.

A solas con Simone

A solas con Simone

No me gusta escuchar  muy fuerte la música y ya por ello la gente me dice. Será por eso de no molestar a los demás, porque no quiero que nadie escuche lo que escucho o porque no es sino otra manía más. Le acabo de bajar el volumen a un maravilloso disco que Annie Ross grabó con el saxo de Zoot Sims. Estaba demasiado alto o me ha entrado otro ataque. O que Annie Ross me lo pedía. O el cuerpo me lo pedía, o era el día, que se ha puesto a llover. Y eso que no es de noche. Hace un tiempo pasaba por una casa baja de Ciudad Jardín y alguien  se ponía bien alto el programa grabado del Cifu de la noche anterior. O discos. Y me daban ganas de gritarle “sí señor”. Y de hablar con alguien de jazz. ¿Por qué es tan difícil hablar con alguien de jazz?

La protagonista de La mujer rota, que es un libro que me he leído de Simone de Beauvoir, se pone música de jazz cuando quiere estar sola, que no es poco tiempo, porque el marido le engaña con otra. Aunque a veces la mujer rota no tiene ganas de escuchar músicas ni de oír ninguna otra historia. Simone de Beauvoir decía que el jazz negro era lo que era porque tenía "duelo, trabajo, sensualidad, erotismo, dicha, tristeza, rebelión y esperanza". Simone de Beauvoir tuvo dos veces suerte: haber nacido para vivir aquellos años y tener dinero y ver tocar jazz a los negros. Tampoco me gusta que me vean leyendo ni tampoco ver cómo leen a los demás. Y el libro de Simone me lo he leído bajito.

Algunas cosas es mejor hacerlas solas y en silencio.

No hay colores

No hay colores

Creo que la polémica todavía existe. Una polémica absurda, que no quiero alimentar por no hacerla todavía más absurda. La polémica dice que si hay racismo en el jazz o que si éste que toca jazz es blanco y en cambio yo no lo soy. Paso de arrear en esas direcciones  a estas alturas del partido. Lo que sí es el jazz es machista y mucho, y de eso no se habla. Pero yo, por ejemplo, no supe hasta muy tarde que Hampton Hawes no era blanco, o dudaba al principio si Zoot Sims era negro. O Al Haig. ¿Entonces los japoneses? Elvin Jones tocaba el asunto de refilón cuando le leí en el Cuadernos de Jazz que me regalaron en el San José de 2004:

“Verdaderamente no veo diferencia entre unos y otros (europeos y americanos) a la hora de tocar. Lo que sí veo es que los europeos no tienen la gran tradición americana. En mi opinión esto es muy importante, pues esta tradición sirve como punto de referencia ineludible, cosa que los europeos no tienen”.

A un trompetista negro le vi torcer el rictus cuando Pablo Carbonell (vuelven los Toreros Muertos) le preguntó en un CQC que si los blancos le habían usurpado esta música a los negros.  Interpreto que era de broma lo de torcer el gesto. Y en los geniales documentales de Ken Burns  he oído también alguna cosa. La verdad es que me aburre la cosa. Me aburre cuando escucho a veces que si el jazz tiene color. Pero sé que hay gente que opina y dice. Y que tire la primera piedra el que nunca haya oído un disco de blancos o de negros y no haya pensado. Porque yo algunas veces he pensado y he dudado. Y no sé si dudo todavía. Porque es muy fácil decir que no. ¿Hay racismo en el jazz? Pero también escucho los discos del Jazz in Paris y me dejo llevar. O escuchad a Bernard Peiffer. No parece que sea francés.

Las reinas del corazón

Las reinas del corazón

Continúo. Cassandra Wilson podría haber participado muy bien con Clint Eastwood y todo se andará. Si por mí fuera. Cassandra sale en The score cantándole a Robert De Niro pero no es lo mismo. Tampoco es suficiente para que hable de ella en mi otro blog. Mejor aquí. ¿Es guapa Cassandra? Me la pela. La última película de Woody Allen en inglés se llama El sueño de Cassandra y no sé si habrá ópera o habrá jazz. ¿Qué habrá en el proyecto Allen que rodará en Barcelona? Bardem y Pe.  Lo siento, Olvido. Peor, en El sueño sale Colin Farrell.

Madeleine Peyroux no es guapa pero canta. Hace 13 años, la primera vez que la escuché. Norah sí es guapa. Se lo decía a Olvido (again) en un comentario: qué demonios tiene Norah que la diferencia del resto de coetáneas, jazz-no jazz. Igual es, como decía Olvido (again), el padre que tenía. Palabreja esa del mestizaje. Norah Jones está muy buena y punto. Y canta, también.

Olvido, ¿por qué me recuerdas a Norah Jones?

Again.

De vez en cuando, Me'shell

De vez en cuando, Me'shell

Hace poco que la mujer de John Coltrane se marchó con su marido al país de las maravillas. Hace poco descubrí que John Coltrane tiene otro hijo que se llama Oran Coltrane. Tengo que reconocer que no tengo nada de la mujer de John Coltrane. Miento, Alice Coltrane tocaba el piano en los últimos grupos de John Coltrane. Lo único que tengo de Oran Coltrane es una colaboración que hace con el saxo alto en un disco de Me’shell Ndegeocello. Me’shell Ndegeocello es una cantante- bajista-multi-instrumentista de la que no tenía la más mínima idea que practica el soul, la fusión, el jazz y, en otros discos que no es el que tengo, el hip hop. Me gusta, tengo que reconocerlo. El disco que tengo de Me’shell, digo. Oran Coltrane también ha tocado en algún disco de la viuda de John Coltrane. El otro hijo de John y Alice Coltrane es Ravi Coltrane. Lo mejor de Ravi Coltrane es que no recuerda para nada a John Coltrane.

No es que rehúya de la gente como la Me’shell Ndegeocello. No sé por qué hablo de ella, incluso. Pero bueno, de vez en cuando hay que echar un vistazo por ahí, como aquél que dice. Y oír, a ver lo que se escucha más allá del jazz. De vez en cuando. Cosa rara.

Along came Betty

Along came Betty

Si nos ponemos precisos, en el sentido estricto de la palabra buena señora que canta jazz, aún no he nombrado a Betty Carter. Betty Carter no es que sea algo rayano en el jazz-no jazz como Nina Simone. A Nina Simone la nombro porque me recuerda a Betty Carter si pienso en ella. Betty Carter es jazz. Pero no es ésa la cosa. Betty Carter, digo, es tan tremenda, tan buena hembra, tan rotunda vocalista de jazz, que no me perdono haberme dejado de lado el instrumento que esta mujer tiene por cuerdas vocales. Ahora hay algo parecido con Cassandra Wilson, pero Betty Carter era otra cosa. Quizá también por ir tan a su bola y no seguir ninguna moda, o no ser una mujer atractiva o haber montado pocos escándalos, que de todo habrá y seguro que los armó. A Betty Carter, cuando se murió, no creo que hubiera mucha gente que le hiciera justicia. No será atractiva pero a mí Betty Carter me despierta las cosas que aquí se definen tan bien.

La buena señora se pateó mil clubes, ejerció de Pannonica para decenas de jóvenes músicos que empezaron con ella y grabó. Grabó mucho. Y si alguien me pregunta qué es una cantante de jazz le diré que se escuche cualquier disco en el que suene la voz de esta buena mujer. Porque lo que hace esa buena señora es jazz. Por favor. Y luego hablamos.

Monk's dream

Monk's dream

Los últimos diez años de vida de Thelonious Monk también darían para una película cojonuda. Lo único que hizo Thelonious Monk durante los últimos diez años de su vida lo hizo en casa y en familia. Su hijo TS toca hoy la batería y seguro que agradece bastante que su padre se estuviera en casa tanto tiempo. Crepúsculo con Nellie se lo dedicó a su mujer Nellie. Cuando no estaba en casa, Thelonious Monk o no se sabía dónde demonios estaba o estaba en casa de la baronesa Pannonica. De la baronesa Pannonica tampoco se ha hecho ninguna película, y daría para hacerla porque según reza la leyenda la señora baronesa no se conformaba sólo con acoger a los músicos de jazz en su seno. Horace Silver le dedicó un sueño. Parker se murió en su casa. Después de que Parker se muriera en su casa, Pannonica se fue a olvidar a un hotel llamado Bolivar y Thelonious entonces compuso Ba-Lue Bolivar Ba-Lues-Are.

 

Thelonious Monk desapareció del mundo tras diez años, tres meses y un día de haber desaparecido del mundo. No sé por qué miro a Pannonica y comprendo a todos los jazz musicians que pasaron por la casa de la señora baronesa.

Chaston de Watts

Chaston de Watts

Si Olvido hubiera estado esa noche a mi lado en el Jazz Zaragoza del año 99, además de que se me hubiera olvidado el medio resfriado que empezaba a venirse encima, ella hubiera estado muy cerca de la forma en que tan acertadamente define el jazz en su blog de terciopelo. En el año 99 tocó en Zaragoza el cuarteto de Branford Marsalis. La noche de antes había tocado Joshua Redman, y dicen que después se montó una jam session en uno de los bares aledaños. En las críticas de la semana la prensa decía que el renovador era Redman y Branford el clasicista. Cuándo coincidiré yo con ellos algún día. El año 99 fue un buen año porque también tocaron Diana Krall y Herbie Hancock. En el cuarteto de Branford Marsalis tocaban todos un montón. El que más parecía que tocaba por momentos era el tío que se sentaba detrás de la batería. El tío que se sentaba detrás de la batería se llama Jeff Tain Watts. Jeff Tain Watts se ríe muy bien en Mo’ better blues. En Mo’ better blues, Tain Watts es el batería del grupo que lidera Denzel Washington.

Si Olvido hubiera estado aquella noche a mi lado, además de que me hubiera sanado ipso facto ese medio resfriado, ella hubiera estado muy cerca de la definición que tan acertada como siempre hace de la palabra jazz en su blog de terciopelo. Jeff Tain Watts, el tío que se puso detrás de la batería, ese pedazo de bestia, hizo que aquella noche a mí se me saltasen las lágrimas de la emoción. Aunque siempre digo que quizá fuera porque también andaba medio resfriado.

Big love

Big love En el diccionario de jazz que tengo del año ochenta y pico no destacan por ninguna parte a Charlie Mariano. La enciclopedia ilustrada del jazz, que en realidad es un único tomo, además de ser bastante maja, ensalza a Ornette Coleman a la altura de los grandes. La mayoría de las veces no conocemos físicamente a los que tocan y te viene bien saber por las fotos cómo son todos éstos de cara. Mariano aparece en el índice de la M pero como solista de Kenton o como colaborador de Mingus. Y brillante. No le dedica una biografía. Mariano se vino a Europa e hizo bien. Mariano empezó como muchos boppers pero sin imitar al que imitaban todos. Sobre todo si tocaban el saxo alto. El otro era Lee Konitz. Mariano se casó con Toshiko Akiyoshi, una japonesa que tocaba el piano igual que Makoto Ozone. Sadao Watanabe también toca el saxo alto y lleva más años en esto que el mismo Matusalén. Toshiko Akiyoshi también se casó con Lew Tabackin, pero Lew Tabackin no tocaba el saxo alto y tampoco cometió poligamia porque Toshiko ya no estaba casada con Mariano. A veces la tía tocaba con kimono. Lo hacía bastante bien y tenía bastante encanto.

No se toca

No se toca

Las cosas ocurren tan sencillo como que te viene a la cabeza Lover man porque miras la foto de Billie Holiday que ves todos los días porque la tienes justo enfrente de ti, justo al lado de Stan Laurel y Oliver Hardy. Porque tengo otra foto de Miles y se me viene a la cabeza el comienzo de, pongamos, Oleo de Rollins. En la suya, Armstrong igual está cantando el C’est si bon, y por supuesto huelga decir a quién se la está dedicando. Porque está cantando, la trompeta la tiene ceñida al cuerpo con ese pañuelo suyo blanco. Miles sostiene su trompeta como si mostrara un trofeo que es sólo de él y de nadie más que él pero que tú no puedes tocar. Miles mira a la cámara como sólo podía hacerlo Miles. En la trompeta hay unas inscripciones que no sé lo que dicen, pero seguro que no son farfolla. En la foto de Billie hay humo, el humo de un cigarrillo que viene de detrás. Pero podría ser el suyo mismo, consumiéndose al tiempo que ese Lover man. Tiene un micro de los antiguos, las uñas pintadas supongo que de rojo y los labios de rojo carmín. Me gusta el blanco y negro porque no necesito que la foto no esté en blanco y negro para saber todo eso.

Billie está en lo que tiene todas las pintas de ser un club de jazz. El contrabajista de Louis Armstrong que está en segundo plano mira como velado a la cámara, sabedor de que los flashes son para otros. La foto de Miles puede que se la hicieran entre sesión y sesión de grabación. A veces Billie me parece guapa. Igual es porque arquea un poco la ceja.

El ingeniero

El ingeniero

Que tire la primera piedra quien se sepa quién cojones es Rudy Van Gelder. Lanzaré la primera. Rudy Van Gelder puede pasar por el mejor testigo que ha tenido el jazz de la pasada centuria. Primero lo fue en Hackensack, y Monk le dedicó a Hackensack (sobre las harmonías de Lady Be Good) una más de sus geniales composiciones. Después montó guardia en Englewood Cliffs, ambas localidades de New Jersey y ante él continuaron acudiendo en peregrinación todos, los grandes. Desde Coltrane, Blakey, Morgan, Mobley, Monk. Miles. O sea, todo Dios. Qué les daba Rudy en particular, qué podía tener que llamase la atención de Cristo, amén de la madre. A lo mejor la cocina de su casa, que, en esta vida, ya se sabe. Pero puede que fueran mejor los largos desvanecidos que les preparaba en su otra cocina y que un día el gran Cifu acuñara como el típico desvanecido Rudy Van Gelder.

 

Todo aquél que escuche jazz y se precie de hacerlo tiene que mirar el reverso de los antiguos discos además del interior de los actuales formatos digitales. De otra forma, no verá a Rudy. Quizá ver, no lo verá, aunque sí verá su nombre escrito. Todo aquel que escuche jazz y se precie de hacerlo sabrá también que resulta obligatorio mirar el lugar y la fecha (o fechas) de grabación de la sesión del disco que tiene entre sus manos. Pues eso.

No voy a tirar más piedras porque no voy a decir qué es lo que hacía Rudy Van Gelder.